Salvo contadísimas excepciones podríamos decir que los
calendarios de bolsillo, tal y como hoy los conocemos, surgen en los años
cuarenta del siglo XX. Con anterioridad a esta década, las cinco o seis décadas
anteriores aproximadamente, lo que se estilaba eran pequeños calendarios en
formato díptico. Y si continuásemos remontando hacia atrás en el tiempo
podríamos llegar hasta los años treinta del siglo XIX, que es cuando se
empiezan a editar hojas de papel, impresas por las dos caras, en donde salían
los 365 días del año con el santoral correspondiente.
Así pues, la casualidad quiso que los calendarios de
bolsillo y el carlismo fuesen contemporáneos en lo que a sus orígenes se
refieren. Como se ve, ambos han vivido sus transformaciones y cambios.
Salvo sorpresa, los primeros calendarios que edita el
carlismo son calendarios murales, de pared, que aparecen en el año 1932 para
reafirmar en el interior de los hogares la apuesta tradicionalista frente a los
valores que representaba la proclamación de la II República Española.
Y, también salvo sorpresa, el primer calendario de bolsillo
que se edita por parte del carlismo lo vemos en el año 1951 de la mano del
rotativo carlista “El Pensamiento Navarro”, quien no vuelve a editar otro hasta
el año 1959. Es en 1956 desde cuando de forma ininterrumpida se empiezan a
editar calendarios carlistas; desde ese año hasta la actualidad nunca han
dejado de editarse, reflejando ellos a su vez los avatares políticos que vive
el carlismo desde entonces. Aquellos dos primeros calendarios, de 1951 y 1956,
aún siendo de bolsillo, eran de un tamaño superior a la mayoría de los que se
han editado posteriormente, todavía no se había consolidado el formato
tradicional.
Por otro lado a nadie se le escapa que el coleccionismo de
calendarios de bolsillo goza de muy buena salud; los más osados se dedican a
coleccionar todo tipo de calendarios, siempre que sean de bolsillo; otros,
mucho más comedidos, delimitan su colección de almanaques de tal forma que los
hay que solo coleccionan calendarios de coches, de equipos de fútbol, de
tauromaquia, de determinadas marcas o entidades, eróticos, militares, de
barcos, religiosos, etc. Y una de las opciones es la de coleccionar calendarios
carlistas, como la que aquí mostramos hoy.
Nos guste o no nos guste, es una realidad que el carlismo vende,
y cuando decimos “vende” estamos hablando desde el punto de vista del
coleccionismo. A nivel político su realidad es la que es. Y el coleccionismo de
calendarios de bolsillo de temática carlista tiene su público, no excesivo,
pero muy entregado; un público que con frecuencia exhibe sus trofeos a través
de blogs o de las habituales redes sociales. Basta con ver la rapidez con la
que se vende en Internet cualquier producto novedoso sobre este tema.
Y la colección que aquí presentamos hoy es una de las muchas
que existen de calendarios carlistas, propiedad de Fernando Hualde, quien a su
vez es poseedor de una amplísima colección de documentos políticos de todos los
ámbitos ideológicos. Por lo demás, esta colección de calendarios de temática
carlista no sabemos si es, o no, la más numerosa de cuantas existen (los que
entienden de esto dicen que sí), pero como mínimo que hay que reconocerle que
es una de las más importantes de cuantas se conocen; y en ella quedan incluidas
todas las facciones y tendencias del carlismo, por más que a todos ellos no les
guste verse entremezclados.
No es fácil hacer una colección de estas características.
Hay que decirlo con claridad, una buena colección de calendarios políticos solo
es fácil si estás militantemente dentro. Y en este caso concreto, además de no
ser así, se da la curiosa circunstancia de que bajo el paraguas del apellido
carlista se cobijan grupos y colectivos de variados, incluso opuestos, ámbitos
ideológicos. Por lo tanto, la dificultad para construir una colección de estas
características es especialmente grande.
A esto hay que añadir que las nuevas técnicas de impresión
permiten realizar tiradas muy reducidas de calendarios, en algunos casos para
ámbitos familiares o a nivel de pequeños grupos, con la consiguiente dificultad
de detectarlos y de conseguirlos. No faltan tampoco calendarios carlistas que
simplemente son fotocopias a color plastificadas. Todo cuenta, si sirve para
saber en qué día vivimos, pero obviamente la dificultad para conseguir esos
ejemplares es grande, cada vez mayor, y casi insalvable si no estás en ese
mundillo.
Y justo es decir que, frente a esos modelos mediocres,
existen grupos de calendarios carlistas de gran calidad, de diseños muy
cuidados, que configuran colecciones muy atractivas, y que hacen las delicias
de los coleccionistas. Brillan con luz propia los del Partido Carlista, los del
Partido Carlista de Cataluña, los de la Comunión Tradicionalista Carlista, o la
amplia serie antecesora de estos últimos, por citar algunos ejemplos de los más
destacados.
Unos y otros, y de las diferentes tendencias ideológicas, se
dan cita en esta colección que aquí presentamos. Es el momento de darla a
conocer, y lo hacemos para disfrute y deleite de quienes los calendarios de
bolsillo, o el carlismo, o ambas cosas conjuntas, les dice algo.